Fue la primera vez en mi vida que decidía apartarme durante más dos semanas de mi trabajo, mi vida. Los días previos a irme estaba saturada de todo, pensaba que mi huida constituiría el más grande de los alivios... e inspiración para volver a la creatividad. Me lo merecía, me lo debía...
Añoraba y soñaba que un mes sabático sería algo así como un año de paréntesis en mi vida; Tendría tanto tiempo para pensar, tanta energía para llegar a la cumbre de la felicidad y al instante más bello; El de tener una "idea creativa".
Desde entonces, han pasado 30 días, y me encuentro en la fase final de la supuesta "retirada espiritual", y me doy cuenta que no solo tengo que hacer un esfuerzo para acordarme de todas aquellas cosas que he hecho durante este tiempo, sino que también debo pararme a hacer una reflexión final.
Creía que no tendría que hacer ningún esfuerzo y que la genialidad llegaría de pronto, en una mañana. Dejadme deciros que sí... he descansado, he conseguido no pensar, no exigirme... pero es allí donde me he dado cuenta que no hay respuesta donde no hay pregunta; no hay solución donde no existe problema.
Es evidente que estoy preparando mi vuelta y con ello veo una luz que me acompaña, la energía de aquel que ha ahorrado y acumulado. Es un buen momento, quizás la resolución final llegue en el lugar más inesperado; En mi casa.
Mi casa, un lugar "sagrado" para mi, y en el que me gusta meditar. Porque el lugar en el que vivimos, debe estar acomodado a todas nuestras necesidades... donde nos reconozcamos en cada objeto, en cada rincón, y donde no exista la añoranza de la huida...
Bienvenidos a casa.